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lunes, 17 de junio de 2013

Alejandro Malaspina





Con la ambición de revivir la aventura ilustrada de Alejandro Malaspina (1754-1810), los científicos del CSIC presentaron el miércoles los resultados de la expedición Malaspina 2010. Un recorrido en barco alrededor del mundo, que sirvió para celebrar el 200 aniversario de la muerte del explorador y oficial de la armada española que, en tiempos de Carlos III, dirigió la primeraexpedición científica de ámbito global de su época.

Natural de la localidad italiana de Mulazzo, provenía de familia de nobles. Sirvió en la armada española y participó en la defensa de Melilla frente a los marroquíes. En 1780 se sumó al asedio a Gibraltar. Durante el combate, los ingleses capturaron su navío. Aprovechando la fuerte tempestad, el teniente Malaspina sublevó a la tropa y recuperó el control de la nave. Se corrió la voz y desde la bahía gaditana celebraron la hazaña. Dos años después regresó al mismoteatro de operaciones en el cabo Espartel, durante el largo bloqueo que mantuvieron las escuadras hispano-francesas sobre la colonia británica, mereciendo el ascenso a capitán de fragata por su valor en los combates.
Primera expedición científica

Tras dos viajes a las islas Filipinas, proyectó su singladura más ambiciosa. Fiel al espíritu ilustrado del siglo XVIII, planeó un viaje alrededor del mundo, con el fin de descubrir nuevas especies, elaborar mapas más precisos y redactar un informe para el monarca Carlos III sobre las minas de oro y plata de la Corona en las Américas. En menos de un año, las embarcaciones estaban preparadas, la tripulación y los naturalistas reclutados. Tardaron cincuenta y un días en avistar tierra y llegar a Montevideo. Tras reconocer la costa de la Patagonia, bordearon el cabo de Hornos y en aguas del Pacífico visitaron las minas de metales preciosos. Buscaban el paso entre los océanos descrito en el viaje de Ferrer Maldonado en 1588, pero el paso no existía.

De regreso a Cádiz, les acompañó una fragata de guerra para evitar el asalto de la armada francesa. Tras cinco años de travesía, las corbetas regresaron a Cádiz. No dieron la vuelta al mundo, pero exploraron «in situ» las costas de América y los mares Atlántico y Pacífico. En su diario se lee que se siente cansado, a la vez que satisfecho por los resultados del viaje.
Conspiración de Godoy

Sería en tierra, con el nuevo soberano Carlos IV, donde Godoy le acusó de instigador y revolucionario. Había decidido meterse en política, pero el tiempo pasado lejos de la Corte y la falta de la confianza del nuevo monarca —unido a que la memoria del viaje de exploración no tuvo a su llegada el éxito esperado—, darían al traste con sus ambiciones. La noche del 23 de noviembre de 1795 fue arrestado en su casa de Buenavista, en Madrid. La noticia corrió de boca en boca por la ciudad y el gobernador temía tumultos, dada la gran popularidad del marino. No se conocen los motivos del arresto y algunos especulan con la venta de una isla descubierta por él en el Pacífico.

Lo que las temibles tormentas tropicales no habían conseguido, lo lograría la enemistad y la envidia de su oponente Godoy. Malaspina fue juzgado y condenado a diez años de cárcel, en el castillo coruñés de San Antón. En 1803, la pena le fue conmutada por el destierro a Italia, trasladándose a Génova. Un injusto proceso político que tiró por la borda los esfuerzos de su vida de oficial e ilustrado explorador.
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jueves, 13 de junio de 2013

Cayetano Valdés y Flores Bazán y Peón



Era sobrino del otro capitán general de la Armada del mismo apellido, Antonio Valdés y Fernández Bazán.

Sentó plaza de Guardiamarina en el Departamento de Cádiz, antes de cumplir los 14 años de edad, en 1780. Terminados sus estudios, embarcó en la escuadra de Luis de Córdova que bloqueaba Gibraltar mientras la plaza era atacada por el duque de Crillón. Tomó parte en el combate que Córdova sostuvo en el estrecho de Gibraltar en 1782 contra el almirante Howe, y en la primera expedición contra Argel de Antonio Barceló al año siguiente.

Formó parte asimismo, ya de teniente de navío, de la expedición Malaspina que contorneó toda América del Sur y dio la vuelta al mundo visitando las colonias españolas, expedición emprendida con objeto de conocer las necesidades políticas, económicas y militares de aquéllas, además de realizar el estudio hidrográfico de las costas propias y extrañas, así como de la astronomía y ciencias naturales. De dicha expedición se separó en Acapulco para iniciar, por orden superior, la exploración del estrecho de Juan de Fuca, al que la crónica del viaje de Maldonado daba como el famoso paso del norte o de comunicación del Pacífico con el Atlántico. Mandaba la goleta Mejicana, en tanto que el jefe de la expedición era Dionisio Alcalá Galiano, comandante de la Sutil.

En 1797, mandando el navío Infante don Pelayo, estuvo en la desgraciada Batalla del Cabo de San Vicente, reñida entre la escuadra del general José de Córdova y la del almirante Jervis. Al oír el cañoneo, Valdés dirigió el Pelayo al sitio donde más duro era el combate, al tiempo que el buque insignia, el Santísima Trinidad, era rendido por tres navíos británicos, después de haber sido desarbolado y haber perdido las dos terceras partes de su dotación.

Valdés aparece en un momento crucial, acercándose a toda vela en medio de la espesa niebla. Salvemos al Trinidad o perezcamos todos dice a su gente, y un ¡Viva el Rey! resuena por todo el navío en señal inequívoca de obedecer a su comandante o perecer en el intento. Obligó a izar de nuevo la bandera en el Trinidad, y haciendo prodigios de valor, secundado por Baltasar Hidalgo de Cisneros, que mandaba el San Pablo, salvó al buque insignia de caer en manos de los enemigos. Por esta acción fue ascendido Valdés a capitán de navío.

En el mismo año de 1797 tomó parte en la defensa de Cádiz contra las fuerzas de Nelson, a las órdenes del nuevo almirante de la Armada José de Mazarredo.

Durante los dos años siguientes Valdés hizo dos salidas con la escuadra en persecución de fuerzas del enemigo bloqueador. En la segunda llegó hasta Cartagena, donde se unió con la francesa del almirante Bruix, con la que luego se dirigió la española a Cádiz y a Brest.

En este puerto, por ser el Pelayo uno de los navíos que se entregaron a la Francia napoleónica por el Tercer Tratado de San ildefonso, pasó a mandar el Neptuno, que era el navío insignia del general Federico Gravina. Sin dejar el mando de éste, fue nombrado mayor general de la escuadra, saliendo de Brest a finales de 1801 para sofocar la rebelión de Santo Domingo. Pasó después a La Habana, volviendo a Cádiz en 1802, en cuya fecha fue ascendido a brigadier de la Real Armada.

La injustificable agresión británica a cuatro fragatas españolas en el cabo de Santa María provocó de nuevo la guerra con el Reino Unido, y a petición propia Valdés se hizo cargo del mando del Neptuno, ahora perteneciente a la escuadra del teniente general Domingo Pérez de Grandallana, que se armaba en Ferrol a fines de 1804. Mientras se alistaban estas fuerzas, sin cesar en el mando de su buque tomó el de las fuerzas sutiles con base en la Graña; con ellas salió a la mar varias veces, sosteniendo combate con los buques enemigos bloqueadores, siempre en apoyo del comercio de cabotaje como era la misión de estas fuerzas.

En agosto de 1805 zarpó la escuadra de Ferrol, uniéndose a la combinada de Gravina y Villeneuve. En el combate de Trafalgar, reñido el 21 de octubre de aquel año contra la escuadra de Nelson, ocupaba el Neptuno la cabeza de la línea de combate, formando parte de la división de vanguardia mandada por el contralmirante Dumanoir. Ya trabada la lucha, el Neptuno, a pesar de la lentitud de decisión de Dumanoir, dio media vuelta y acudió en auxilio del Bucentaure y del Santísima Trinidad.

Cuatro navíos británicos trataban de batirles por la proa concentrando sus fuegos de toda la banda. Contra ellos se lanzó Valdés, pero el heroísmo del comandante del Neptuno no logró su objetivo de salvar al Santísima Trinidad ni al Bucentaure. Los marinos españoles tenían bien presente la máxima de que: en un día de combate, no está en su puesto el capitán que no está en el fuego. Valdés recibió una herida grave, negándose a abandonar su puesto. Al fin perdió el conocimiento y los que quedaron en el Neptuno, ya maltrecho y sin valor combativo, decidieron su rendición.

El temporal que sobrevino al combate salvó al Neptuno de manos de los británicos, mas fue para empujarlo contra la costa, hundiéndose en las cercanías del castillo de Santa Catalina del Puerto de Santa María.

Por su comportamiento en el combate fue ascendido Valdés a jefe de escuadra, tomando el mando de la que se reunió en Cartagena y arbolando su insignia en el navío Reina María Luisa, de 112 cañones.

El 10 de febrero de 1808 salió con sus buques con orden de dirigirse a Tolón, pero, ya porque preveía los acontecimientos, ya por el mal tiempo, el hecho es que arribó a las Baleares precisamente con ocasión del alzamiento nacional del dos de mayo, evitando de este modo que los buques cayesen en poder del Emperador de los franceses. Esta arribada fue muy criticada por el enemigo, lo cual es precisamente un galardón para Valdés, que fue quien la dispuso.

Con las abdicaciones de Bayona y por la gran influencia que ejercía cerca del gobierno el gran duque de Berg, general en jefe del ejército francés, Valdés fue depuesto y residenciado. En 1809, ya ascendido a teniente general por la Junta Suprema, fue nombrado gobernador, capitán general y jefe político de Cádiz.

Al ser vencido el ejército napoleónico y expulsado totalmente del suelo patrio, regresó el Deseado Fernando VII a ocupar el trono. Con la reimplantación del absolutismo, Valdés fue confinado en el castillo de Alicante. Acudió esta vez en su ayuda su anciano tío Valdés y Bazán; se le concedería el perdón a condición de que se doblegase a pedir clemencia al Rey, pero Valdés no quiso hacerlo por considerarse libre de toda culpa.

Cuando el duque de Angulema invadió España, el gobierno se trasladó a Cádiz. Al negarse el Rey a trasladarse a dicha plaza, se le incapacitó y, a propuesta del diputado Alcalá Galiano, fue nombrada una Regencia compuesta por los Generales de Mar Cayetano Valdés, Gabriel Císcar y el teniente general del ejército Gaspar Vigodet. Al fin el Rey llegó a Cádiz y la Regencia se apresuró a resignar en él sus poderes, haciéndolo el 15 de junio de 1823.

Empezado el sitio por los franceses, Valdés fue nombrado general en jefe de las fuerzas de tierra y mar. Desempeñó su cometido con inteligencia y valor, y son un modelo de dignidad y entereza las comunicaciones dirigidas al mayor general del ejército sitiador, con ocasión de intimar éste a Valdés, en nombre del duque de Angulema, a proteger la vida del rey y de su familia, amenazando con pasar a cuchillo a las principales jerarquías y hasta a los diputados a Cortes si algo les acontecía.

Valdés respondió que, precisamente, mientras el ejército francés y el absolutista español bombardeaban Cádiz, los amenazados con represalias se ocupaban, sólo por lealtad y no por amenazas, de la protección de la real familia y dice:


¿O quiere S. A. que el mundo diga que cuando las armas francesas le atacaron era debido a un sobrado miedo, hijo de una intimación que V. E. hace por orden de S. A.?, ¿Y a quién? ¡Dirigiéndola al pueblo más digno de la tierra y a un militar que nunca hará nada por miedo!

Terminada la tensión de guerra y finalizado el sitio el 1 de octubre, al trasladarse el Rey y la real familia al cuartel general francés, Valdés, por ser el oficial de marina más caracterizado, patroneó como prescribe la ordenanza la falúa que condujo a las reales personas al Puerto de Santa María.

Ya había sido advertido por el general francés, nuevo gobernador militar de Cádiz, de que iba a ser encarcelado, pero no quiso ponerse a salvo para no dar la sensación de que tenía algo que temer. Una vez en el puerto, para librarle de la prisión y muerte, el general francés le arrestó preventivamente en uno de sus buques, al que dio orden de salir inmediatamente para Gibraltar, con el sólo objeto de salvar al Capitán General español.

De Gibraltar pasó Valdés al Reino Unido, donde vivió diez años, siendo tratado con respeto, caballerosidad y admiración por los que en guerra tanto habían combatido. Merced a la amnistía decretada por la reina gobernadora María Cristina de Borbón, Valdés volvió a España, siendo nombrado Capitán General de la Armada y dándosele el mando del departamento de Cádiz.

Fue nombrado después Prócer del Reino, falleciendo en San Fernando el 6 de febrero de 1835, donde fue enterrado en el cementerio de la ciudad.

Unos años más tarde se decretó el traslado al Panteón de Marinos Ilustres, con fecha del 11 de junio de 1851, pero hasta el 3 de octubre de 1858 no tuvo lugar el traslado, que se efectuó sin ceremonia ninguna, quedando depositado en una de las capillas del Panteón. En 1860, la situación de los restos sirvió de argumento para que se acabasen las obras del edificio, donde por fin se les dio sepultura definitiva en la nave del Este del crucero central, sin precisarse la fecha en que esto ocurrió, porque al parecer se debió a una orden de las autoridades locales, deseosas de impedir con su definitivo enterramiento el deterioro o extravío de tan respetables cenizas.

El mausoleo, costeado por sus descendientes, es muy sencillo. Lo rodea una alta verja de hierro fundido, con cañones boca abajo, y en la losa tiene la siguiente inscripción:





Aquí reposa
El Excmo. Señor
Don Cayetano Valdés y Flores
Capitán General
que fue
de la Armada Nacional
Caballero Gran Cruz
de las Ordenes Militares
de San Fernando
y San Hermenegildo
y
de la de San Juan de Jerusalem
Nació en la ciudad de Sevilla
el 24 de septiembre de 1767
y falleció en San Fernando
el 6 de febrero de 1835
siendo Capitán General
del Departamento de Cádiz.

D. E. P.

Sus sobrinos
El duque y la duquesa de Uceda.
Por amor y respeto.
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Juan María de Villavicencio y de la Serna


Juan María de Villavicencio y de la Serna (Medina-Sidonia, 22 de febrero de 1755 - Madrid, 25 de abril de 1830). Gobernador político y militar de Cádiz.

Hijo del Alguacil Mayor de la Real Justicia de Medina-Sidonia y Alcaide de su castillo, Antonio Nicolás de Villavicencio y Mendoza, y de su esposa Juana Eustaquia de la Serna y Pareja, estuvo casado con María Antonia Bouligny Marconie, hija de Juan Bouligny, embajador y ministro plenipotenciario en Constantinopla.

En 1769 sentó plaza de Guardiamarina en la Academia de Guardiamarinas de Cádiz. En 1773 tuvo lugar su primera acción bélica en la guerra contra Marruecos. Posteriormente, participó en la Batalla de Pensacola. En 1784 tomó parte en la misión diplomática que se enviaría para mejorar las relaciones con la corte del Sultán de Turquía Hamed IV. En 1789 combatió en el fracasado desembarco de Tolón. Caballero de la Orden de Alcántara junto a su hermano Rafael, Jefe de Escuadra de la Real Armada, y su cuñado Dionisio Alcalá-Galiano, Brigadier de la Real Armada, Héroe de Trafalgar.

El 27 de enero de 1812 se creó el tercer Consejo de Regencia durante la marcha de Fernando VII a Bayona, presidido por el neogranadino Joaquín Mosquera y Figueroa y compuesto por el duque del Infantado, Ignacio Rodríguez de Rivas, y Juan María de Villavicencio. Durante este período, coincidente con la Guerra de Independencia española, se forman las Cortes de Cádiz, que acabaron redactando la Constitución española de 1812. Su mandato concluye el 8 de marzo de 1813


En 1815, recibió de manos de Fernando VII:
La Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
La Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando
La Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

El 6 de junio de 1817 fue promovido al más alto cargo de la jerarquía militar: Capitán General de la Armada.

Recibió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.

Desde 1911 sus restos se encuentran enterrados en el Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando.
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jueves, 30 de mayo de 2013

Miguel Lobo y Malagamba




Miguel Lobo y Malagamba (San Fernando, 1821 - † París, 1876) fue un marino español. Era hijo del capitán Manuel Lobo, Caballero de Alcántara, y de Juana Malagamba.
Primeros años y Guerra de África [editar]

Miguel Lobo inició su carrera en la Armada española en 1834, siendo su primer cometido el de guardiamarina en el departamento de Cádiz. Los años posteriores los pasó navegando por todos los mares a la vez que ascendía. Al mando de las fuerzas de Marina, estuvo durante la Guerra de África en 1860 en la Batalla de Los Castillejos, por cuya actuación en el desembarco se le concedió el grado de Coronel del Ejército de Tierra.
Guerra Hispano-Sudamericana [editar]

Tomó parte en la Guerra Hispano-Sudamericana en 1866 como Mayor General de la escuadra del Almirante Méndez Núñez, tomando el mando de la misma cuando éste fue herido en el Combate de El Callao.
Revolución Cantonal y últimos años [editar]

Durante la insurrección cantonal de la Península en 1873, Lobo fue ascendido a contraalmirante con el objetivo de bloquear el puerto de Cartagena, en manos de los sublevados. Al mando de las fragatas Almansa, Vitoria y Zaragoza, además del vapor Colón, consiguió vencer a la escuadra cantonal en el Combate naval de Portmán, aunque posteriormente los buques rebeldes lograron poner en fuga su flota y romper el bloqueo naval. En 1874, una vez dominada la insurrección, fue nombrado Capitán General del Departamento de Cartagena.

En el año de 1876, el gran marino se vio azotado por una grave enfermedad mental, por lo que fue llevado a París, donde los adelantos médicos eran mayores, pero poco se pudo hacer, y en esa ciudad murió el 5 de abril del mismo año.

En el Ayuntamiento de San Fernando se conserva su biblioteca personal.
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Jorge Juan


Hijo de Bernardo Juan y Canicia y de Violante Santacilia y Soler, nació el 5 de enero de 1713, entre las dos y tres de la tarde en la hacienda de su padre llamada El Hondón, hoy también conocida como El Fondonet, en la villa y término actual deNovelda (Alicante) y concretamente en la partida rural llamada del Hondón. A lo largo de los años los términos han fluctuado dado que la actual zona de El Fondonet se conoce en términos de habla como 'La Monfortina', pues aunque no hay constancia de documentos que atestigüen con total veracidad los hechos, se conserva la carta de ingreso a la orden de Malta donde expuso de su puño y letra que era nacido en Monforte del Cid.
Estudió Gramática y en 1729 ingresó en la Escuela Naval Militar de San Fernando.
Como cadete participó en la expedición contra Orán (1732) y en la campaña de Nápoles (1734). En 1734, todavía estudiando, se embarcó junto con Antonio de Ulloa, en la expedición organizada por la Real Academia de Ciencias de París a las órdenes del astrónomo Louis Godin para medir un grado del arco de meridiano terrestre en la línea ecuatorial en América del Sur, específicamente en la Real Audiencia de Quito (el actual Ecuador) Esto se realizó en Quito, su capital, territorio en aquella época bajo el dominio de la corona española. En la expedición se determinó que la forma de la Tierra no es perfectamente esférica y se midió el grado de achatamiento de la Tierra.
Jorge Juan permaneció diecinueve años en América estudiando la organización de aquellos territorios por encargo de la corona. A su regreso, Fernando VI lo ascendió a capitán de navío.
Consciente de que la armada española comenzaba a estar anticuada, en 1748 el marqués de la Ensenada le encargó viajar a Inglaterra para conocer las nuevas técnicas navales inglesas y a su regreso se hizo cargo de la construcción naval española, renovando los astilleros. Su actividad tuvo tan buenos resultados que pocos años después los ingleses devolvieron la visita para estudiar sus mejoras.
Entre 1751 y 1754 estuvo en Ferrol donde, con el ingeniero militar Francisco Llobet, planeó y construyó el arsenal y poco después realizó los primeros planos del que sería el barrio de la Magdalena, que quedaría en manos de Llobet.
En 1757 fundó por encargo del rey Carlos III el Real Observatorio Astronómico de Madrid. También propuso al marqués de la Ensenada la creación de otro observatorio en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, idea que llevó a cabo más adelante el marqués de Ureña, fundando elReal Observatorio de la Armada, en San Fernando (Cádiz).
En 1760 fue nombrado jefe de escuadra de la Armada Real. Su competencia y valer hizo que en 1767 se le nombrara Embajador Extraordinario de Su Majestad en Marruecos. El Rey le honró con la dirección del Seminario de Nobles de Madrid en 1773.
Estuvo muy vinculado a la orden de los Caballeros de Malta de la mano de su tío, que ocupaba uno de los más altos cargos de la orden. Jorge Juan acabaría recibiendo el título de Comendador de Aliaga de la orden de los Caballeros de Malta.A tanto laboriosidad sacrificó su salud en términos que la repetición de los cólicos biliosos convulsivos acabó con su vida en Madrid á 21 de Junio de 1773. Enterrósele con solemnidad en la Parroquia de S. Martin, donde cubre sus cenizas un honorífico epitafio.1
Sus restos mortales fueron inhumados en el Panteón de Marinos Ilustres, de San Fernando (Cádiz) el 2 de mayo de 1860.
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miércoles, 15 de mayo de 2013

Francisco de Alcedo y Bustamante

Alcedo ingresó en la Armada en 1774. De oficial navegó por el Mediterráneo embarcado en los jabeques Gamo -con el que participó en la expedición contra Argel (1775)-, Atrevido y fragata Santa Marta. En la Santa Dorotea hizo campaña en las Antillas y Seno mejicano (1776). Participó en la expedición contra Pensacola a bordo de la fragata Nra. Sra de la O (1781). Embarcado en el navío San Dámaso participó en la campaña del Canal de la Mancha y bloqueo de Gibraltar (1782), resultando herido en la función de las baterías flotantes. Después de varios destinos de mar y tierra, ascendió a capitán de fragata en 1791; en el navío San Eugenio se halló en la toma del fuerte del Delfín (1794), en las Antillas. Obtuvo el mando del navío San Ramón y después del Asia con los que desempeñó distinguidas comisiones. En junio de 1805 se le confió el mando del navío Montañés, sobre cuya cubierta encontró una muerte gloriosa durante el Combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805.
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Miguel Ricardo de Álava








De familia noble, se casó con su prima, descendiente de los Marqueses de Legarda. Entre 1781 y 1790 cursó los estudios primarios en el seminario de Vergara, regentado por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.1

En 1785, con sólo 13 años, ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería de Sevilla nº 11 al frente del cual se encontraba su tío José de Álava, llegando al grado de subteniente en 1787.

Tras su paso por la infantería, en 1790 y coincidiendo con el fin de sus estudios, ingresó en la Armada, posiblemente atraído por la figura insigne de su tío, Ignacio María de Álava, capitán de navío. Se incorporó a distintos barcos desde los que participó en múltiples acciones militares de la marina española contra Francia e Inglaterra: en Ceuta, el sitio de Toulon e Italia, lo que, junto a sus excelentes contactos familiares, le permitieron ascender con rapidez. En 1794 ya era teniente de Fragata.1

Embarcado junto a su tío Ignacio en 1795 en una expedición que pretendía dar la vuelta al mundo, permaneció en América del Sur hasta 1800. De regreso a España cumpliendo las órdenes que había recibido tres años antes, fue apresado por los ingleses. Liberado meses más tarde, en 1801 estaba en la península. En 1802 se encontraba en Cádiz, donde ascendió a teniente de Navío y fue a Madrid, de nuevo bajo las órdenes de su tío Ignacio.

A su regreso a Cádiz en 1805, fue destinado a la flota comandada por el almirante Gravina. Tras la expedición a la Martinica, concebida por Napoleón como una maniobra de distracción para la Armada inglesa, intervino en la escaramuza de Finisterre. El 21 de octubre, participó en la Batalla de Trafalgar a las órdenes de Gravina a bordo del Príncipe de Asturias mientras su tío capitaneaba en el Santa Ana. Tras el fatídico combate, sería ascendido de nuevo.



Al estallar la guerra, Miguel Ricardo de Álava se encontraba retirado del servicio y aposentado en Vitoria. Sin embargo, no se había retirado de los asuntos públicos pues era un miembro de la aristocracia terrateniente de la provincia. Cuando comenzaron a llegar las tropas francesas le fueron encomendadas diversas gestiones. Fue comisionado por las Juntas Generales de Álava para ser su representante ante las autoridades españolas y francesas. Cuando estalló la guerra, fue enviado a la junta que elaboró la Constitución de Bayona como representante corporativo de la marina de Guerra. Sin embargo, aunque fue uno de los firmantes, se inhibió de participar en las deliberaciones alegando que era sólo un militar y no entendía de temas políticos. No se opuso a la abolición de los fueros vascos. Acompañó a José Bonaparte en su entrada a España y parecía dispuesto a aceptarlo como monarca, pero las Juntas Generales de Álava se resitieron a renegar de su lealtad a Fernando VII. En ese punto, los franceses reunieron por la fuerza a los junteros y les obligaron a proclamar a José Bonaparte a punta de bayoneta en plena vía pública. Álava se retiró a su casa y al cabo de pocas semanas dictó su testamento y partió clandestinamente hacia Madrid para unirse al bando patriota.

Siendo asignado al Regimiento de Órdenes Militares, combatió en Calatayud, Tudela y Medellín, estando a las órdenes del general Castaños y del Duque de Alburquerque.

A finales de enero de 1810 fue encargado de trasladarse a Portugal, donde se hallaba el general Wellington y comunicarle el sentir de la Junta de Cádiz sobre la difícil situación militar en que se encontraban frente a los franceses. Durante la estancia con el general inglés se trabó una profunda amistad entre ambos, que le llevó a permanecer como delegado de las Juntas españolas en las unidades británicas, participando en distintas operaciones, entre las que destacan la deTalavera y la de Buçaco, gracias a la cual ascendió a Brigadier por recomendación expresa del propio Wellington.

Arthur Wellesley nombró a Álava para dirigir las operaciones de sitio de Ciudad Rodrigo a finales de 1811, obteniendo la victoria poco más tarde, en enero de 1812, lo que supuso su ascenso a Mariscal de Campo por orden del 31 de enero del mismo año.



Tras la retirada francesa, el Mariscal Álava proclamó en Madrid la Constitución de 1812 y se convirtió en Presidente de Gobierno de facto al tomar disposiciones en nombre de las distintas Juntas, tales como la amnistía a los colaboradores militares de José I que se entregasen. En el norte proseguían las operaciones militares, y allí siguió dirigiendo diversos ataques, siendo herido en Dueñas. Parcialmente retirado de la primera línea, fue proclamado Diputado general de Álava el 23 de noviembre.

Repuesto de las heridas, el 21 de junio de 1813, participó en su propia tierra en la Batalla de Vitoria, al terminó de la cual, tomó una unidad de caballería británica y penetró en la ciudad evitando que vencedores y vencidos realizaran saqueos en la ciudad. En julio de 1813, nuevamente junto a Wellington, se internó en territorio francés persiguiendo al enemigo aún después de acabado el conflicto en la península.



Nada más terminar la guerra, y durante el Reinado de Fernando VII, el monarca le nombró embajador en los Países Bajos a petición de los británicos. Sin embargo, la política represiva iniciada por el propio rey le llevó a ser arrestado en Madrid el 8 de octubre de 1814, siendo acusado de diversos delitos, todos ellos falsos. Salió de prisión el día de Nochebuena del mismo año y, curiosamente, había sido ascendido a Teniente General días antes de levantarse el arresto.

El 26 de abril de 1815 fue nombrado de forma interina embajador en París con el apoyo explícito de Inglaterra, que obtuvo de Fernando VII la autorización para que Álava mantuviese contactos con Wellington en Holanda. Desde ese puesto, realizó, entre otras, gestiones para la recuperación de obras de arte expoliadas durante la contienda.

Sorprendido por el regreso de Napoleón, marchó con Wellington y tomó parte en la batalla de Waterloo. De esta manera, se convirtió en la única persona que intervino en dos de las batallas más decisivas de las guerras napoleónicas: en Trafalgar y Waterloo.2 3 Tras la derrota del francés y habiéndosele entregado la distinción de la batalla de Waterloo, permaneció en París como embajador, resistiéndose al relevo en tal puesto por el de la cancillería en Holanda, hasta que finalmente se retiró a Vitoria en 1819 alegando motivos de salud.

Después fue elegido Presidente de las Cortes Generales en el Trienio Liberal, donde era Diputado por Álava. Durante este período también dirigió a la Milicia Nacional. Fue un defensor del restablecimeinto de la Constitución de 1812 y mantuvo su fidelidad al Gobierno aun cuando se produjo la intervención de Francia a través de la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis. Huyó a Cádiz, donde apoyó la destitución de Fernando VII entre los pocos diputados liberales que todavía resistían la ocupación. Fue comisionado para pactar con los franceses las condiciones de la rendición de Cádiz, pero el fracaso de las negociaciones permitió que fuera condenado a muerte por los absolutistas.

Tras el fin del Trienio huyó a Gibraltar con el apoyo de Wellington, para trasladarse posteriormente a Londres. Permaneció en el exilio, con el apoyo de la Corona inglesa, entre el Reino Unido y Francia, acudiendo a esta última sólo en ocasiones para tomar baños, hasta que en 1833 se le comunicó la firma de una amnistía que le permitía el regreso.



Durante la Regencia de María Cristina fue embajador en Londres, donde trató de gestionar la intervención de la Cuádruple Alianza de una manera firme y con apoyo económico y militar durante la guerra carlista en favor de la reina Isabel II, sin conseguirlo plenamente.

Ocupó un escaño en el Estamento de Próceres y aceptó la cartera de Ministro de Marina, cargo que ocupó solamente del 14 al 25 de septiembre de 1835 con el Conde de Toreno. Tras la caída de éste, rechazó continuar en el gabinete aunque se lo había ofrecido Mendizábal, así como también renunció a la cartera de Estado, actuales asuntos exteriores, para la que había sido propuesto. Nominalmente, fue Presidente del Consejo de Ministros, actual Presidencia del Gobierno, antes de que Mendizábal ocupara el puesto, pero no juró el cargo y permaneció en Londres. Finalmente, y no muy a su gusto, aceptó ser embajador en París, donde presentó un plan para que las tropas cristinas cruzaran la frontera francesa en su lucha contra el carlismo, se reabastecieran en el país vecino e impidieran los suministros que les llegaban a los carlistas.

En las disputas entre el Partido Moderado y el Partido Progresista, se decantó claramente por aquéllos y se opuso a los sucesos de la Granja, así como a las consecuencias jurídicas que se derivaron de los mismos con la aprobación de la Constitución de 1837, que se negó a jurar hasta 1838.

De nuevo en la embajada londinense, regresó a España, ya muy enfermo, en junio de 1843, falleciendo un mes más tarde.








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Cosme Damian Churruca


Cuenta la leyenda que, después de que un cañonazo le volara la pierna, el brigadier metió el muñón en un cubo de harina para mantener el equilibrio y poder seguir luchando

Centenares de marinos han pisado la cubierta de los navíos españoles a lo largo de la historia. Sin embargo, pocos han estado a la altura deCosme Damián Churruca y Elorza, un brigadier vasco que, además de ser un reconocido científico y militar que estuvo 30 años al servicio de la Armada, murió como un héroe en Trafalgarcombatiendo contra seis navíos ingleses a la vez.

Y es que, aunque la batalla de Trafalgar supuso una de las mayores derrotas que se recuerdan de la Armada española, también grabó a fuego varios nombres propios en la historia militar de nuestro país. No obstante, algunos como el de Churruca se han ido desdibujando y olvidando a lo largo de los años.


A pesar de todo, hazañas como seguir en su puesto cuando una bala de cañón le arrancó la pierna o pedir un barril de harina en el que meter el muñón para evitar desangrarse y continuar combatiendo, siguen honrando a este guipuzcoano una vez muerto.
Infancia y juventud

Para hallar el origen de este marino, es necesario viajar hasta un municipio de Guipúzcoa, donde vino al mundo hace más de 250 años. «Churruca nació en Motrico, una pequeña localidad vasca, el 27 de septiembre de 1761», afirma Jose Luis Corral, autor del libro«Trafalgar».

De familia reconocida (su padre era el alcalde de Motrico), Churruca sintió desde pequeño una fuerte atracción por el mar. Sin embargo, parece que primero recibió la llamada de la fe, pues llegó a iniciar con pocos años estudios eclesiásticos con la firme intención de ordenarse sacerdote.

«Estudió en el seminario de Burgos, aunque eso era habitual en muchos jóvenes, pues no había demasiadas posibilidades. Pero, al final, dejó el camino del sacerdocio cuando un amigo le habló de la mar y de las aventuras que allí se podían correr», añade el escritor.

Tras poner fin a sus estudios, un joven Churruca de 15 años se enroló en la Compañía de Guardias Marinas de El Ferrol para consolidar su formación naval. Allí destacó entre el resto de sus compañeros hasta que se graduó en 1778. Una vez licenciado, recibió un ascenso como premio a su precocidad. A su vez, ese mismo año comenzaría su carrera marítima a bordo del navío «San Vicente».
Primera acción naval

Después de navegar como aprendiz en varios barcos, Churruca llevó a cabo su primera acción de guerra en 1781, año en que se vería las caras por primera vez contra los ingleses. «“Aprovechando” la derrota de Inglaterra en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos,España llevó a cabo algunas acciones para intentar recuperar Gibraltar, como el asedio de diciembre de 1781, en el que Churruca participó», señala el experto.


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Imagen de Churruca

Pero, finalmente la Armada Española no consiguió su objetivo y cayó derrotada. «El ataque fue infructuoso ante la potencia de fuego de las baterías inglesas ubicadas en la Roca», señala Corral, que determina a su vez que Churruca arriesgó su propia vida para salvar a multitud de heridos.
Expediciones al fin del mundo

Varios años después, en 1788, el español inició una expedición científica con los paquebotes «Santa Casilda» y «Santa Eulalia». Concretamente, se embarcó en el segundo viaje que partía hacia el extremo meridional de Sudamérica para investigar el Estrecho de Magallanes. De esta forma, y como determina Corral, hizo valer sus conocimientos en «geogafía, cartografía náutica, y astronomía -estos últimos imprescindibles para los marinos-».

«Estudió el estrecho de Magallanes en 1788 bajo las órdenes del capitán de navío Antonio de Córdova, y con su amigo Ciriaco Cevallos.Churruca fue el encargado de la cartografía del estrecho y de las observaciones astronómicas en esa zona austral», determina el historiador.

Una cruel dolencia atacó al marino tras sus primeras misionesDesgraciadamente, una cruel dolencia atacó al guipuzcoano tras sus primeras misiones. «Sufrió de escorbuto, enfermedad muy frecuente entre los marinos, y le propinó secuelas durante toda su vida», determina el historiador.

Pero nada podía detener a este vasco español y a sus ansias de aventuras. Por ello, en 1792 se embarcó como capitánen una expedición dirigida por José de Mazarredo. El objetivo, en este caso, era llevar a cabo una serie de estudios hidrográficos para la reforma del atlas marino de la América septentrional, los cuales fueron ampliamente utilizado en Europa. Tal fue su reconocimiento que recibió el título de Capitán de Navío a su vuelta en 1794 (más de dos años después de su partida).
Gran Bretaña, la obsesión de Napoleón

Tras haber recorrido medio mundo, el marino vasco eligió retomar la vida militar. Por ello, en 1799 partió a bordo del navío de línea«Conquistador» hacia la ciudad francesa de Brest por órdenes del Primer Cónsul Napoleón. Y es que, en aquellos años España era una gran aliada de Francia, cuya obsesión era acabar con la potencia y el dominio de Gran Bretaña en el mar.

Para ello, Napoleón se valdría de la potencia naval española, en aquellos años de las más destacadas a nivel internacional. «España era una nación títere de Francia, que anhelaba sumar al suyo el poder naval de España, y sus navíos de guerra», determina Corral.

Napoleón regaló a Churruca un sable y dos pistolas de presentaciónEnviar una flota a esta población del norte de Francia era clave para Napoleón, pues pretendía rodear Inglaterra para, llegado el momento, darle el golpe definitivo con un ataque a gran escala. Esto provocó que varios capitanes españoles, entre ellos Churruca, se mantuvieran en Brest hasta el año 1802. A pesar de todo, su trabajo no fue en balde, pues tal era el agradecimiento del «pequeño corso» que regaló al marino un sable y dos pistolas de presentación, todo un honor para la época.

Ya en España, el español se volvería a hacer famoso al escribir un tratado de puntería para la artillería de Marina. Después de publicar este «best seller», Churruca solicitó el mando del navío de línea «San Juan Nepomuceno», a bordo del que viviría sus últimas horas de la forma más heroica que se puede imaginar.
Trafalgar, la contienda que cambió la historia

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Cosme Damián Churruca

El verdadero reto de Churruca llegó cuando fue llamado a combatir en la contienda naval que cambiaría la historia de España: la batalla de Trafalgar. Esta, se produjo cuando la armada británica cercó a la flota formada por buques españoles y franceses cerca del cabo Trafalgar (en Cádiz). Definitivamente, había llegado la hora de saber quién daría un paso adelante en la larga guerra entre el «pequeño corso» y la «pérfida Albión».

«En la guerra entre Inglaterra y la alianza Francia-España era muy importante el control del estrecho de Gibraltar. Napoleón había decretado el cierre de todos los puertos del continente europeo a los navíos ingleses, que tenían en Gibraltar su gran base para sus naves en el Mediterráneo. La batalla de Trafalgar fue, por así decirlo, la batalla por el control del Estrecho y, por tanto, del Mediterráneo», sentencia Corral.
A los buques

Aquel 21 de octubre de 1805, frente a las costas gaditanas, se sucedería una de las batallas navales más grandes de la Historia. «La Armada combinada hispano-francesa estaba formada por 33 navíos (15 españoles y 18 franceses) y la inglesa por 27; además de naves de menor porte, como varias fragatas, bergantines y corbetas por ambos lados», explica el historiador.

En cambio, la victoria se planteaba dificultosa para los españoles y franceses, pues eran conocedores de lo bien pertrechada que estaba la flota británica y sabían quién estaba a su mando: el archiconocidoNelson, un estratega que había ofrecido a su país decenas de victorias.

La Armada combinada contaba con 33 navíos, la inglesa con 27«La armada inglesa la mandaban los vicealmirantes Horacio Nelson (fue nombrado almirante después de muerto) y Cuthbert Collingwood, como segundo. La flota combinada, por su parte, la mandaba el almirante francés Villeneuve, y su segundo el contraalmirante Dumanoir», determina el experto.
La batalla para Churruca

A bordo del «San Juan Nepomuceno», Churruca se preparó para la batalla sabiendo de antemano la ardua tarea que le esperaba, pero sin perder el valor en ningún momento. Tal era su determinación que, un día antes de entrar en combate, envió una carta a su hermano en la que se despedía diciendo: «Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto». No había duda, para el marino era la victoria o la defunción.



Batalla de TrafalgarEl día 21 comenzó la contienda. Pero, para desgracia de Churruca, al mando de la flota hispano-francesa se encontraba Villeneuve, quien hizo uso de unas estrategias despreciadas en todo momento por el vasco. «Para empezar, Churruca obedeció las órdenes de Villeneuve de salir de la seguridad del puerto de Cádiz, en contra de su opinión, pues sabía que la flota inglesa estaba mucho mejor preparada», explica Corral.



«Si sabes que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto»Ya en batalla, Villeneuve ordenó a su flotaformar una extensa hilera para «cañonear» a los navíos enemigos. «La armada combinada formó una línea demasiado alargada, y viró sin sentido; la armada inglesa se lanzó en punta de flecha al centro de la formación para romper la línea y fraccionar en dos la escuadra hispano-francesa, ganando así una enorme superioridad», sentencia el experto.

Desde el comienzo, la contienda había dado un vuelco a favor inglés debido a la precaria estrategia de Villeneuve. Y es que, muchos de los barcos aliados se enfrentaron en clara inferioridad numérica a los británicos mientras algunos de sus compañeros todavía no habían entrado en combate. Precisamente eso le sucedió al «San Juan Nepomuceno» de Churruca, al que la ruptura de la línea le obligó a combatir contra nada menos que seis navíos británicos a los que puso en serios aprietos gracias a su habilidad.
La muerte de un héroe

Pero, finalmente, el destino fue cruel con el vasco pues, mientras dirigía el combate desde el puesto de mando, una bala de cañón le arrancó la pierna derecha por debajo de la rodilla, según afirma Emilio Aléman de la Escosura, director de la Fundación del Museo Naval.

Sin embargo, ni siquiera una herida tan grave pudo inmovilizar a Churruca, que se mantuvo en su puesto e, incluso, arengó a sus soldados para seguir combatiendo a pesar de que la derrota era segura. «Además, se dice que al perder la piernas y no poder mantenerse en pie ordenó que trajeran un cubo con harina (o con arena en otras versiones) y allí metió el muñón para mantener la estabilidad», explica Corral.

Al final, y para desgracia de sus marineros, Churruca acabó muriendo desangrado. De él se dice que no se quejó en ningún momento y se mantuvo estoico hasta el final. De hecho, ordenó clavar la bandera de su barco para que no fuera arriada tras el abordaje inglés. A su vez, dio órdenes antes de fallecer de que nadie se rindiera mientras en su cuerpo hubiera un leve aliento de vida.

Pero de poco le valió, pues, cuando se disipó el humo de los disparos, no había duda: los españoles habían sido derrotados y muchos de sus buques capturados. Los ingleses habían vencido en Trafalgar.
Obstinado tras la muerte

Finalmente, el marino de Motrico protagonizó una curiosa anécdota incluso después de muerto. Esta se produjo cuando los seis capitanes ingleses pidieron al oficial de mayor rango del «San Juan Nepomuceno» que entregara, como era tradicional, la espada del capitán vencido a aquel de ellos que hubiera derrotado a Churruca. En ese momento, y para sorpresa de todos, el español les dijo que, entonces, deberían partir el arma en seis trozos pues, de haber atacado uno a uno, no habrían vencido al vasco nunca.

«Con su muerte, España perdió uno de los mejores marinos de la época, probablemente el más preparado y el único que tenía conocimientos geográficos comparables a los de los mejores marinos ingleses o franceses», añade el historiador.

ESTEBAN VILLAREJO/MANUEL P. VILLATORO
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viernes, 10 de mayo de 2013

Don Casto Mendez Nuñez



Hay una célebre sentencia entre marinos de bien en España: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra». Una reflexión que la Armada española debe a uno de sus más ilustres marinos, aunque no tan conocido como los Gravina, Churruca o Alcalá Galiano, y que restableció el honor marino de la dividida España del siglo XIX.

Ese fue el gallego Casto Méndez Núñez (Vigo, 1824-Pontevedra 1869), héroe de la Guerra Hispano-Sudamericana en el mal llamado Pacífico en la que la Marina de la Corona se batió contra buques y fortificaciones de Chile y Perú, principalmente, y también Ecuador y Bolivia. Corrían los años 1865-1866 y en la flaca España todo eran pulgas.

«Nació Don Casto Méndez Núñez en la perla de los mares, la poética y hospitalaria Vigo, cuyo aspecto hidrográfico y majestuoso es a propósito para imprimir en el alma sensaciones que despierten amor a las empresas marítimas que dan fama inmortalizando a los que las acometen», describe sobre su partida de nacimiento una biografía firmada por «Tres paisanos suyos» que data de 1866 con el objeto de relatar los hechos recién acaecidos en el Pacífico.

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Retrato de Méndez Núñez

Méndez Núñez comenzó su carrera en la Armada con los 16 años aún sin cumplir,en la clase de Guardia Marina en el Departamento de Ferrol, siendo ordenado embarcar ese mismo año de 1840 en el bergantín «Nervión».

Su primera gran singladura llegó dos años más tarde, cuando partió hacia los dominios africanos de Fernando Poo (actual Guinea Ecuatorial) en una expedición que, bajo el mando del marino Juan José Lerena y Barry, tenía como objetivo afianzar los derechos españoles en aquellas tierras que los ingleses anhelaban. Por sus servicios prestados en aquella campaña en el «Nervión» consiguió ascender a alférez de navío un año antes de lo reglamentado.

Su primera experiencia americana, cuentan los relatos de la época, fue ya heroica. Embarcado en el bergantín «Volador» partió a Uruguay en diciembre de 1846, tras el reconocimiento español de la independencia uruguaya y el consecuente traslado del representante diplomático de la Corona ante Montevideo.
Rifirrafe en Buenos Aires

Estando en una escala en Buenos Aires, cuenta su biografía anónima, que unos españoles se refugiaron en la falúa del «Volador». Cuando las autoridades argentinas quisieron poner pie en el bergantín español, Méndez Núñez desenvainó su espada y dijo: «El primero que se atreva a poner la mano sobre un español, caerá atravesado por mi espada», ante tal reacción los militares argentinos disistieron de detener a los quince españoles que se encontraban en el «Volador».

Entre 1848 y 1850 a Méndez Núñez el rumbo le llevó a puertos de la hoy Italia, donde una expedición española -junto a Austria, Francia y las Dos Sicilias- acudió al auxilio del Papa Pío IX y los Estados Pontificios, cuya independencia estaba amenazada por las incipientes fuerzas unificadoras de la península italiana. Era una escuadra de nueve buques de guerra que transportaba un Ejército de 5.000 hombres bajo el mando de Fernando Fernández de Córdoba. Sin embargo, la escuadra española no entró en lid pues a su llegada Francia y sus 30.000 hombres restablecieron el «statu quo».

Teniente de navío en 1950 se le vino otorgando el mando de diversos buques como la goleta «Cruz», el vapor de ruedas «Narváez», la fragata de hélice «Berenguela» y la urca «Niña» donde demostró su pericia en diversas misiones marinas. Trasladado en 1855 a la Secretaría del Ministerio de Marina, donde destacó su carácter y, dado su aburrimiento (era un hombre de mar, ante todo), llegó a dedicar su tiempo a traducir del inglés el «Tratado de Artillería Naval», publicado por el general inglés sir Howard Douglas.

En Filipinas destacó su asalto a la Cotta de Pagalungán y su lucha contra los piratas morosDe nuevo en la mar, ya en 1859, le fue encomendada su primera gran misión en ultramar: Filipinas. Allí tuvo que vigilar las costas y luchar contra los piratas de las islas Joló y sirviendo como jefe de las fuerzas navales en la toma de la Cotta de Pagalungán (1861). «En 1862 fue ascendido a capitán de navío en atención a su distinguido comportamiento en la brillante acción sostenida contra los piratas mahometanos [...] en la toma de la Cotta Pagalungán los moros hicieron una resistencia tenaz, demostrando su arrojo y bizarría».

¿Cómo acabó con la rebelión del rajá de Buayán, en Mindanao? Tras un primer intento de desembarco infructuoso ante las murallas de aproximadamente 7 metros de altura, 6 de ancho y con un foso de 15 metros de ancho, con caños de corto alcande a doquier, el todavía capitán de fragata decidió abordar la fortaleza como si de un buque se tratará con su goleta de hélice «Constancia». Fue una maniobra complementaria de un desembarco más lejano que el de la víspera. La Cotta de Pagalungán se rendió finalmente. Su popularidad en la Armada española iba en aumento.


Fragata «Numancia»

Pero si hay un buque que se asocie con la gran gesta de Don Casto Méndez Núñez fue la fragata blindada «Numancia», símbolo de la Guerra del Pacífico que España acometería en los años 1865 y 1866 con dos escenarios principales: la fortificación de El Callao (Perú) y Valparaíso (Chile). Una guerra, por cierto, totalmente desconocida para el imaginario español actual. Una guerra cuyas causas primigenias, y claroscuras, se atribuyen a la disputa entre colonos españoles que trabajaban la tierra delhacendado peruano Manuel Salcedo en Talambo y la posterior ocupación por parte de la Marina española de las islas Chincha (abril, 1964), una acción que no gustó en España pero que sin embargo se tomó la determinación de reforzar dicha posición del Pacífico.
El asedio al puerto chileno de Valparaíso

La escalada del conflicto diplomático entre Perú y España, que por momentos parecía apaciguarse, saltó por los aires cuando Chile se sumó a la contienda en apoyo de los intereses peruanos. El Gobierno del país andino negó todo apoyo logístico a la flota española, también comenzaron las hostilidades contra los ciudadanos españoles en tierras chilenas. España decidió una suerte de bloqueo de la costa chilena (imposible de acometer), Chile declaró la guerra el 25 de septiembre de 1865, tres meses después lo haría Perú.Ecuador y Bolivia se sumarían más tímidamente. La «Guerra del Pacífico» estaba servida.

¿Qué motivó el bombardeo del puerto chileno de Valparaíso? La causa fue el anterior apresamiento de una goleta española, la «Virgen de Covadonga», a manos de los chilenos en el combate de Papudo (26 de noviembre de 1865), una derrota dolorosa que llevó al suicidio alvicealmirante José Manuel Pareja, humillado por una Marina de Chile cuyo poder naval era irrisorio.

Hay que señalar que las crónicas de la época cuentan cómo la corbeta chilena «Esmeralda» se aproximó a la goleta española enarbolando pabellón inglés, solo momentos antes dispuso de la chilena, demasiado cerca ya para que la «Covadonga» pudiera librarse de la pericia de los artilleros chilenos. Una estratagema efectiva. Tras el fallecimiento de Pareja, Méndez Núñez recibe el mando de la flota española en el Pacífico y se marca como objetivo restituir el honor español.

El bombardeo de Valparaíso fue muy polémico pues la plaza apenas estaba fortificadaPara recuperar la «Covadonga», Méndez Núñez fijó el rumbo hacia Valparaíso: «El horizonte de la guerra presentó el nubarrón de Valparaíso, cuya mayoría de habitantes estaba muy lejos de desear un bombardeo. Pero el Gobierno de Chile, que no es nada popular como se sabe, y sólo cuenta con el apoyo de las masas turbulentas, desoyó los consejos de la prudencia, preparando así con sangrienta saña el bombardeo de la reina del Pacífico», relata la biografía sobre el gallego Casto Méndez Núñez, quien comandó la flota española a bordo de la fragata «Numancia», habiendo dado un aviso de cuatro días para su evacuación, lo que permitió retirarse a británicos y estadounidenses que se encontraban en el puerto.

Ingleses y, sobre todo, los intermediarios estadounidenses trataron de maniobrar para disuadir a Méndez Núñez de la acción que no sería bien percibida por la diplomacia internacional al ser Valparaíso un puerto indefenso. Pero Méndez Núñez tenía órdenes de España y ante la amenaza británica y estadounidense de intervenir contra la flota española el vigués espetó su famoso: «España, la Reina y yo, preferimos honra sin barcos, que barcos sin honra».Finalmente ni EE.UU. ni el Reino Unido intervinieron.

El 31 de marzo de 1866 se procede al bombardeo. Durante tres horas y media Valparaíso sufrió el azote de los cañones españoles, una acción que no gustó nada en las esferas internacionales y de la que tampoco se sintieron muy orgullosos los españoles, como posteriormente relataron cartas de la época.

Chile, Perú, Ecuador y Bolivia estrechaban aún más su alianza pues temían una reconquista colonial por parte de la Corona española. Así, en todo el Pacífico, la escuadra española no tenía ni una sola base de operaciones. Tras Valparaíso, Méndez Núñez fijó el rumbo hacia la plaza fuerte de Perú: la fortificación cuasi inexpugnable de El Callao. Una batalla, esta sí, digna de los relatos heroicos de la Armada. Un ataque catalogado de temerario.
El combate de El Callao

2 de mayo de 1866. Tras dar el preceptivo ultimátum la flota española, dividida en dos frentes se sitúa frente a El Callao. Por parte española: la fragata blindada «Numancia», cinco fragatas de hélice, una corbeta de hélice y siete buques auxiliares que no participaron en el asedio (en total, unos 270 cañones), divididas en tres divisiones. Por parte peruana: 56 cañones en tierra, dos monitores y tres vapores (69 cañones en total) divididos en la zona sur, norte y muelles. Los peruanos además estaban preparados con una línea defensiva de batallones de infantería y caballería en caso de que las fuerzas españolas desembarcaran, algo que no estaba en los planes de Méndez Núñez.



Bombardeo de los fuertes de El Callao. 1869, Rafael Monleón, en el Museo Naval



A las 11:30 de la mañana, la «Numancia» tocó a zafarrancho de combate. Durante más de seis horas los contendientes libraron batalla con el resultado final de 43 muertos españoles. Por contra, las bajas peruanas son dispares situándolas algunos historiadores en 80-90 y otros hasta dos mil.

A la hora del combate un cañonazo, «probablemente procedente del monitor peruano Loa» fue a parar al puente de la fragata «Numancia» donde se encontraban Méndez Núñez. Según los relatos biográficos, la bala produjo ocho heridas de gravedad al vigués Méndez Núñez, negándose a abandonar su puesto hasta que la pérdida de sangre le hizo desmayarse. Junto a él numerosos marinos resultaron heridos. Una cifra que se estima en torno a los 150. Eso sí, el Callao resultó casi destruido.
Proclama de Méndez Núñez a sus hombres

«Una provocación inicua os trajo a las aguas del Callao. La habéis castigado apagando los fuegos de la numerosa artillería de grueso calibre presentada por el enemigo hasta el punto que sólo tres cañones respondían a los nuestros cuando la caída de la tarde nos obligó volver al fondeadero.

[...] Habéis humillado a los que arrogantes se creían invulnerables al abrigo de sus muros de piedra detrás de sus monstruosos cañones. ¡Como si las piedras de las murallas y el calibre de la artillería engendrase lo que ha menester todo el que pelea corazón y disciplina!

Los 43 marinos españoles fueron enterrados en la isla de San Lorenzo[...] Impulsados por ambas condiciones que tan sobradas concurren en vosotros y movidos por el mayor patriotismo habéis vengado ayer largos meses de inmundos insultos, de procaces denuestos; y si después del castigo que vuestro valor ha impuesto al Gobierno del Perú, apagándole el fuego de sus cañones, y primero que todos aquellos, cuyos proyectiles creían sepultarían nuestros buques en estas aguas y de haberle destruido una parte de su importante población marítima osan presentar ante vosotros las naves blindadas que con tanta arrogancia anuncia ese mismo Gobierno como infalibles destructoras; dejadles acercarse y entonces responderéis a sus cañones monstruosos, saltando sobre sus bordas y haciéndoles bajar su pabellón.

[...] Tripulantes todos de la Escuadra del Pacífico, habéis añadido una gloria a las infinitas que registra nuestra patria: La del Callao. Doy gracias en nombre de la Reina y de esa patria: ambas os probarán en todos tiempos y todas circunstancias su común agradecimiento. Ambas y el mundo entero proclamarán siempre, y así lo dirá la historia, que los tripulantes todos de esta Escuadra no dejarán por un sólo momento de ser modelos de la más extremada abnegacion del más cumplido valor. ¡Viva la Reina Viva España!», proclamó a sus hombres el día 3 en la isla de San Lorenzo.
Regreso a España en dos divisiones

Tras el combate del 2 de mayo de 1866, la escuadra española enterró asus marinos fallecidos en la isla de San Lorenzo. Cinco buques se dirigieron hacia las islas Filipinas y de allí a Cádiz. En 1871 España y los cuatro países sudamericanos firmarían un armisticio, posteriormente ratificado bilateralmente con Perú, Bolivia, Chile y Ecuador entre 1879 y 1885.

¿Qué supuso aquella Guerra del Pacífico para la Armada española del siglo XIX? Para José María Blanco Núñez, capitán de navío en situación de retiro, aquella contienda (olvidada y algo estrambótica en el contexto del siglo de las independencias sudamericanas) «elevó al rango de tercera potencia marítima a la España del siglo XIX cuya Marina había resucitado en 1835, cuando la primera guerra carlista, gracias a la buenísima gestión de un ministro como Mariano Roca de Togores, marqués de Molins».

Además, reconoce el experto, «la Armada fue capaz de mantener una guerra en una costa hostil de más de 5.000 millas,restituir el honor de la Corona Española, finalizar con la estúpida crisis escalada por una serie de actuaciones diplomáticas y gubernativas nefastas, y regresar en dos divisiones a sus bases españolas, la una por el Cabo de Hornos y la otra dando la vuelta al mundo (por Filipinas y Buena Esperanza), méritos sobrados de mar y de guerra».


Estatua en Vigo

Por su parte, Casto Méndez Núñez volvió a España como un héroe y honrado en todas las ciudades de España, donde aún se conservan calles y plazas en su nombre o del combate de El Callao (como la madrileña plaza en plena Gran Vía).

Núñez murió siendo vicepresidente del Almirantazgo el 21 de agosto de 1869. Sus restos descansan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz). Hoy día, la fragata F-104, que ahora presta servicio en aguas del Índico contra la piratería somalí, lleva su nombre.

Dos preguntas para el capitán de navío José María Blanco Núñez
E. V./M. P. V.
-¿Qué importancia tiene Casto Méndez Núñez para la Armada española?
-Don Casto fue un rayo de esperanza en el sombrío panorama del XIX, tras una heroica actuación en Filipinas, y tras mandar el vapor «Isabel II» , con el que resolvió un problema diplomático peliagudo en Venezuela y actuó brillantemente en la guerra de Santo Domingo, pasó a mandar la fragata acorazada «Numancia», con la que se incorporaría al Pacífico, con la particularidad de que, al producirse el suicidio del almirante Pareja por culpa del desgraciado combate de Papudo, y debido a un nuevo ascenso por méritos, D. Casto tomará el mando de una escuadra donde todos los comandantes habían sido, previamente, más antiguos que él mismo. Por tanto, a las innegables dotes marineras y militares, y a la honorabilidad en él paradigmática, tuvo que añadir las de tacto, prudencia, disciplina… Su popularidad en España llegó a tal extremo que hasta se pensó en él como posible regente del Reino mientras se dilucidaba la Monarquía electiva que nos trajo Prim.
-A Méndez Núñez se le atribuye la frase «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra». ¿Qué significado tiene para usted?
-En los tiempos actuales a algunos les cuesta comprender lo que son cuestiones de honor… Me gustaría que ese fuego sagrado siguiese alimentándose con ese combustible anímico que le proporcionó D. Casto. De como él predicó con el ejemplo, valga esta muestra, cuando el Gobierno provisional de España, tras la «Gloriosa», quiso ascenderle a Teniente General de la Armada, él lo rehusó por escrito diciendo: «Ruego al Gobierno considere que apenas hace siete años me honraba con las modestas charreteras de teniente de navío, y para que pueda ser útil a la patria no es indispensable la concesión de un nuevo empleo, que sólo desearía obtener cuando nuevos servicios me hicieran digno de él», y no ascendió…
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sábado, 23 de marzo de 2013

Alcalá Galiano, Dionisio (1762-1805).


Navegante español, nacido en Cabra (Córdoba) en 1762, y fallecido en Trafalgar en 1805. Ocupó plaza como guardia marina en 1777 e intervino en la guerra contra Inglaterra en 1779 como oficial de la marina. En 1784 participó en el proyecto hidrográfico de Vicente Tofiño, y al año siguiente fue asignado a la expedición de Antonio de Córdoba al estrecho de Magallanes. En 1788 colaboró de nuevo con Tofiño en una expedición cartográfica a las Azores y en 1789 se embarcó para América del Sur con Alejandro Malaspina. El 20 de septiembre de 1789, Alcalá Galiano y Felipe Bauzá establecieron un observatorio en Montevideo para estudiar el paso de Mercurio por delante del Sol. Alcalá Galiano escribió en su diario: "Para el día 5 [de noviembre] esperamos el paso de Mercurio sobre el disco del Sol, que lo hemos calculado por las latitudes y longitudes heliocéntricas, usando para Mercurio las 9 tablas de Monsieur [Joseph] de la Lande, como por estenso se ve en el cálculo; no encontramos acordes nuestros resultados con los del Conocimiento de tiempos de Almanak Náutico, pero estamos seguros de haver usado en nuestro cálculos la mayor prolixidad". La noticia de esta falta de acuerdo con el Almanaque fue aplicada por Urbain Le Verrier en sus Recherches sur l´orbite de Mercure (París, 1843) para determinar el valor numérico de la anomalía correspondiente al desplazamiento secular del perihelio del planeta. Alcalá Galiano hizo también obeservaciones del eclipse (inmersión) del segundo satélite de Júpiter. Fue reconocido como uno de los navegantes más innovadores de su época. Según José Mendoza y Ríos, en el viaje de la "Santa María de la Cabeza" a través del estrecho de Magallanes, utilizó el círculo de reflexión de Jean-Charles de la Borda para despejar la distancia lunar. Un contemporáneo afirmó que Alcalá Galiano "fue el primero que propuso en nuestros tiempos, y resolvió con exactitud, el problema de hallar la latitud por medio de la altura polar, observada a una distancia cualquiera del meridiano". Mendoza publicó la solución de Galiano en la edición de 1809 de sus Tablas. En 1791, Alcalá Galiano estuvo en México, donde hizo observaciones de latitud para alturas meridionales del Sol y varias estrellas, determinando también algunas longitudes. Sobre todas estas observaciones escribió dos memorias: Memoria sobre el cálculo de la latitud del lugar por las dos alturas del Sol (Madrid, 1795) y Memoria sobre las observaciones de latitud y longitud en el mar (Madrid, 1796). También exploró junto con Cayetano Valdés el Estrecho de Juan de Fuca, para comprobar si existía un paso que uniera el Océano Pacífico y el Atlántico y dejó una Relación del viaje hecho por las goletas «Sutil» y «Mejicana» para reconocer el Estrecho de Fuca, en donde inserta un vocabulario del idioma de los habitantes de Nutka y con una introducción en que se da noticia de las expediciones executadas anteriormente por los españoles en busca del paso del Noroeste de la América. Terminada esta misión volvió a la Península, y estando ya en su país escribió a José Espinosa y Tello para promover la realización de un mapa topográfico de España, pero el proyecto fracasó debido a que todos los que habían estado asociados con Malaspina cayeron bajo sospecha cuando este último fue encarcelado. Regresó entontes a su obligaciones navales y murió en la batalla de Trafalgar. Fuente: mcnbiografias

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